La cooperación internacional apuesta por soluciones científicas para mejorar la seguridad alimentaria, combatir plagas y apoyar a pequeños productores en América Latina

¿Puede una herramienta tan poderosa como la tecnología nuclear, convertirse en aliada del campo latinoamericano? Esta no es una pregunta del futuro: es del presente.

Desde Costa Rica, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) están trabajando codo a codo para cambiar el rumbo de la seguridad alimentaria en la región. Lo están haciendo con ciencia, con innovación y, muy importante, con cooperación internacional.

¿Qué significa esto para quienes cultivan, siembran, cosechan y alimentan al continente?

Luis Longoria, director de Cooperación Técnica de la OIEA para América Latina y el Caribe, lo dice claro: “Pensamos en los pequeños productores que no tienen acceso a laboratorios grandes”. La tecnología nuclear, en este caso, no es cosa de élites ni de películas de ciencia ficción. Es una herramienta para que alimentos más seguros lleguen a nuestras mesas y para que quienes producen puedan exportar sin perder terreno frente a grandes empresas del mercado.

Ciencia que se siente en la tierra

No estamos hablando sólo de teoría. Una de las aplicaciones más concretas de esta alianza es el control del gusano barrenador del ganado: un enemigo silencioso para la producción de carne y leche. Gracias a la técnica del insecto estéril —sí, un método nuclear, pero amigable con el medio ambiente— hoy muchos ganaderos pueden respirar con algo más de tranquilidad.

Y eso no es todo.

La amenaza del Fusarium Raza Tropical 4 (TR4), una enfermedad que devasta los cultivos de banano, también está siendo contenida gracias a herramientas nucleares y a la formación de científicos en seis países latinoamericanos. Esta es una ciencia que viaja, que capacita, que comparte conocimiento. Y eso importa.

Porque no podemos seguir dejando que los productores rurales enfrenten solos los efectos del cambio climático, las plagas o los mercados injustos. Necesitan más que discursos: necesitan alianzas reales y herramientas que funcionen.

¿Y ahora qué? Cooperar para no dejar a nadie atrás

A través de la iniciativa Atoms for Food, IICA y OIEA han expandido su cooperación a seis áreas clave: suelos, genética, sanidad animal, control de plagas, inocuidad alimentaria y nutrición en salud pública. Y sí, eso suena técnico, pero al final del día se traduce en una pregunta simple:

Manuel Otero, director del IICA, mencionó que: “La agricultura debe ser jerarquizada. Nuestros productores no solo proveen alimentos, también cuidan la biodiversidad y los territorios”.

Entonces, ¿Qué hacemos?

Tal vez es hora de romper con la idea de que el desarrollo rural sólo ocurre en congresos o en informes técnicos. Tal vez necesitamos hablar más, y mejor, sobre lo que significa sembrar dignidad con ciencia. Porque si la tecnología nuclear puede salvar cultivos, proteger la salud y generar oportunidades, entonces no debería ser opcional, ¿verdad?

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¿Qué otras tecnologías podrían ponerse al servicio de quienes alimentan a Latinoamérica?
¿Quién está decidiendo el futuro del campo?

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