Rescatamos el impacto de la industria textil global, desde la sobreproducción hasta el contrabando, y exploramos soluciones innovadoras que transforman el futuro de la moda
Por Samantha Nolasco
Datos de interés que dimensionan el problema:
- La moda rápida es responsable de aproximadamente el 10% de las emisiones globales de CO 2, equivalente a toda la Unión Europea.
- La producción de una sola camisa de algodón puede consumir 2,700 litros de agua.
- Cada año, el lavado de ropa sintética vierte unas 500,000 toneladas de microplásticos en los océanos.
- Se calcula que entre 16% y el 35% de los microplásticos oceánicos provienen de la industria textil.
- El 73% de las prendas producidas anualmente terminan quemadas o en vertederos, lo que significa que cada segundo se desechan unas 2.6 toneladas de ropa.
- Globalmente, menos del 1% de las fibras textiles se reciclan.
- Las pérdidas económicas por ropa descartada sin valor asciende a 500,000 millones de dólares anuales a nivel global.v
- 8% de los insumos químicos de la moda han sido etiquetados como dañinos para la salud.
- La producción textil es responsable del 20% de las aguas residuales industriales mundiales.
- En América Latina, Chile es un ejemplo extremo: el consumo per cápita de prendas se disparó de 13 en 2015 a 50 en 2020, generando 572,119 toneladas de residuos textiles anuales.
- Se estima que tres de cada cinco prendas vendidas en México son de contrabando, lo que representa una parte significativa del mercado informal.

La moda, ese fascinante reflejo de creatividad cambiante de nuestra sociedad, ha evolucionado de manera asombrosa acompañando la historia. Desde los opulentos vestidos con estructuras de crinolina y las empolvadas pelucas de la época victoriana, hasta la rebeldía de las chamarras de cuero y las faldas acampanadas del siglo XX. Hoy, los sneakers y las combat boots dominan las calles. Pero, ¿mañana cuál será la moda?
Estamos frente al debate del vertiginoso cambio de los anaqueles en tienda, tal vez la inminente caída de esa herencia de renovar los armarios llenándolos con el último grito de la moda, que ahora parece algo más macabro de lo que imaginamos y está siendo la antesala de una mega producción, mega rápida, que termina en vertederos (lugares finales de disposición de residuos), los océanos y hasta en la comida.
¿Qué es el Fast Fashion o la moda rápida?
El término Fast Fashion surgió a principios de los 90, cuando Zara desembarcó en Nueva York. Fue el New York Times quien acuñó la frase para describir la capacidad de Zara de llevar prendas de diseño de pasarelas a la tienda en apenas 15 días. Hoy, gigantes como Shein, UNIQLO, Forever 21 y H&M dominan este vertiginoso sector.
Pero, ¿y si esta narrativa, tan arraigada en el discurso público y en nuestras redes sociales, no contara la historia completa? ¿Y si el verdadero enemigo se escondiera en las sombras de la ilegalidad y la desregulación, mientras la mirada crítica se desvía?
Carlos Aboudrad Nader, director general de Inova Textiles, productor con años de experiencia en la industria textil global, explica que el término “Fast Fashion” se confunde a menudo con lo que debería llamarse “producción rápida de mala calidad”, lo que significa que como productores, deben fabricar con agilidad, eficiencia, y no necesariamente con materiales inferiores.
El director general de Inova Textiles asegura que los requisitos de calidad para fabricar para Zara o H&M suelen ser altos, contrario a lo que se suele pensar a menudo son “más altos que producirle a marcas más finas, irónicamente”. El producto final, técnicamente, puede ser de muy buena calidad.
Sólo como botón de muestra, en su experiencia con H&M, hace veinte años, hizo la producción de una playera que a pesar de cumplir con los estándares estéticos de la marca fue rechazada para estar en sus anaqueles por contener PVC en el estampado, un químico prohibido por políticas ecológicas.
“La prenda tuvo que ser destruida en un lugar especial, ya que no cumplía con sus exigencias de calidad y ecología, ni siquiera podía ser donada para evitar cualquier daño al consumidor o al medio ambiente, hace veinte años”, destaca.
La idea de que los volúmenes son “masivos también se relativiza”. Mientras que un pedido para una marca de “Fast Fashion” podría ser de 2,000 o 3,000 unidades por modelo, un pedido para un minorista masivo como Target o Walmart en Estados Unidos podría alcanzar las 100,000 o incluso 180,000 unidades del mismo modelo.
Aun así, no podemos ignorar las críticas. Existe un escepticismo considerable sobre las campañas de lavado de imagen ecológico (greenwashing) por parte de las grandes empresas de Fast Fashion, como los programas de reciclaje o el uso de materiales “orgánicos”.
Gustavo Lezama González, presidente de la Cámara de la Industria Textil de Puebla/Tlaxcala, zona donde se produce más del 50% de los textiles mexicanos, arroja luz sobre este tema:
“Por ejemplo, H&M, Zara, hacen estas campañas de reciclar. Pero a mí me preocupa mucho exactamente eso, que sea más marketing que realidad, la verdad es que para las producciones que tienen estas empresas a mí se me hace ridículo, es auditable inclusive, que digan que cierta cantidad de prendas ya usan reciclado de sus propios productos, es una locura. Lo mismo con las etiquetas de orgánico, hay un exceso de mercadotecnia para engañar al público que está haciendo conciencia, que es bien paradójico.
No alcanzaría de ninguna manera el algodón que se genera y se produce en el país (México) para todo lo que se vende con el argumento de orgánico. No hay el suficiente algodón orgánico. Ahora nos venden la idea de que es reciclado, estamos ayudando al planeta. Pues entonces no hagas Fast Fashion. Es incongruente” dice Gustavo Lezama González, director general en Fabrica Maria.
Ya que se sigue impulsando un consumo y descarte acelerados, lo que en última instancia no podrá mantenerse, ya que los recursos son limitados. “La sociedad global ha caído en este patrón de consumir, desechar y volver a consumir, lo cual es insostenible” dice como sentencia.
¿Fast Fashion es contrabando, ilegalidad y desechable?
Sí, el Fast Fashion de las marcas consolidadas no es el único enemigo, como menciona Carlos Aboudrad Nader, el problema reside en la ilegalidad. El contrabando y la producción de baja calidad, a menudo con sustancias nocivas y en condiciones laborales precarias, que inunda los mercados a través de plataformas digitales y canales informales.
También la incursión de plataformas digitales como Shein, Temu y Alibaba ha cambiado radicalmente la mentalidad del consumidor en línea y ha exacerbado un problema preexistente. Estas plataformas, a menudo provenientes de países con regulaciones laxas y subsidios gubernamentales (especialmente en mano de obra, materias primas y electricidad), gozan históricamente de privilegios fiscales, eludiendo el pago del IVA y el ISR en los países donde venden, dice Gustavo Lezama.
Esta estructura crea una competencia completamente desleal para los comercializadores y productores locales, quienes deben cumplir con todas las regulaciones legales, ecológicas, sociales y laborales, además de pagar impuestos y servicios públicos.
Recientemente en México las compras en plataformas como Temu ya estarán sujetas a nuevas regulaciones y aranceles. A partir del 15 de agosto de 2025, se implementa un aumento del arancel al 33.5% para productos importados desde países sin tratado de libre comercio con México, como China, lo que repercutirá directamente a plataformas como Temu y Shein. Además, se exige a estas plataformas que se registren ante el Registro Federal de Contribuyentes (RFC) y paguen impuestos por los servicios que ofrecen.
Pero una realidad es que los productores locales no pueden competir con los precios de los productos chinos de contrabando y esa situación no comenzó con las plataformas como Temu o Shein, ya estaban en el hábito de consumo comprando barato, ahora estos logos concentran toda la mercancía que tiene un origen común. Un dato impactante de la Cámara Nacional de la Industria Textil (CANAINTEX) revela que tres de cada cinco prendas que se venden en el país son de contrabando.
Esto significa que más del 70% de los textiles en México se encuentran en el mercado informal, una cifra que podría ser aún mayor y cuya naturaleza se remonta a una serie de irregularidades. Esta invasión de productos ilegales no solo erosiona la producción nacional y presiona a las industrias textiles formales, sino que también compromete la calidad y la ética.
Porque aquí radica la verdadera “guerra”, mientras los estándares europeos exigen la destrucción de prendas con materiales nocivos, muchos de los productos de estas plataformas, especialmente los desechables que la gente compra por el atractivo del bajo precio están fabricados en condiciones laborales precarias, incluyendo explotación y trabajo infantil, y pueden contener sustancias nocivas, cancerígenas y peligrosas para la salud del consumidor y el medio ambiente, señala el director de Inova Textiles.
¿Cuáles son las soluciones en marcha para enfrentar los residuos textiles?
Pero el mundo no está de brazos cruzados y eso es lo que aquí nos atañe. Frente a la complejidad de esta industria las soluciones también se han desarrollado de formas multifacéticas que buscan combinar la fuerza de la legislación, la innovación tecnológica y un cambio de mentalidad en el consumidor.
Europa, con Francia a la cabeza, está marcando un precedente. La nación gala aprobó en junio de 2025 la primera Ley Contra el “Ultra-Fast Fashion”, una normativa pionera que introduce un sistema de “eco-puntuación” ambiental para la ropa (midiendo emisiones, uso de recursos y reciclabilidad) y grava con un malus ambiental de hasta 10€ por prenda (a partir de 2025) a las marcas más contaminantes, centrándose explícitamente en plataformas como Shein y Temu. Además, prohíbe parte de la publicidad de moda rápida, incluyendo la promovida por influencers.
Aunque la ley ha generado debate, con grupos ecologistas que critican su alcance limitado, y que exime de las sanciones más severas a grandes marcas europeas como Zara, H&M y Kiabi —lo que algunos interpretan como una medida proteccionista más que ecológica—, su aprobación es un hito indiscutible. Marca una tendencia jurídica y ambiental global, reconociendo la necesidad de internalizar los costos ambientales de la producción textil en el precio final de los bienes.
La Comisión Europea también propone normar la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) en textiles, haciendo obligatoria la recolección separada de residuos textiles a partir de 2025. Países como Francia, Países Bajos, Grecia e Italia ya avanzan en sistemas RAP, obligando a los fabricantes a financiar el reciclaje y la reutilización, e incentivar el ecodiseño. La Alianza para la Moda Sostenible de la ONU y la Estrategia Textil 2030 de la UE son ejemplos de esfuerzos coordinados para impulsar la durabilidad y el reciclaje a escala global.
Innovación de empresas y la tecnología
La industria textil no se queda atrás en la búsqueda de soluciones creativas. Si hay algo que los productores y representantes de las cámaras textiles como Carlos Aboudrad y Gustavo Lezama reconocen, es que la tecnología aplicada a mejorar el aprovechamiento de las materias, la calidad y el consumo local.
“Hay una ruta muy clara, sí va a costar trabajo, pero nosotros tenemos que modernizar, tenemos que ver por la tecnología, tenemos que ver por la innovación, tenemos que ver por las buenas prácticas y creo que eso es, no hay otro camino” comenta Lezama .

Una iniciativa prometedora es el proyecto “Hecho en México”, una marca que busca certificar y promover productos nacionales, y a la cual empresas como Walmart ya se han comprometido. Las cámaras también están solicitando que las tiendas tengan un mínimo de producción hecha en México.
También marcas globales están adaptando sus modelos de negocio hacia la circularidad. Inditex (Zara) lanzó en 2023 Zara Pre-Owned, que incluye donación, venta y reparación de prendas usadas, y su programa “Join Life” promueve telas recicladas y reciclabilidad. Otras empresas como H&M, Nike y Chanel siguen líneas similares, y muchas participan en el Fashion Pact, un compromiso internacional para eliminar plásticos, adoptar energía renovable y reciclaje en toda la cadena de valor.
La innovación textil es clave. Startups como Nucycles, en Tlaxcala, México, están transformando desperdicios de algodón en nuevos hilos de alta calidad, reduciendo drásticamente el consumo de agua y las emisiones.

Este tipo de reciclaje fibra a fibra (químico o mecánico) y el desarrollo de tecnologías de teñido natural son ejemplos concretos de cómo la tecnología puede mitigar el impacto ambiental. Grandes grupos están invirtiendo en “hubs de innovación sostenible” para financiar proyectos de moda circular.
Encontramos muchas startups verdes inspiradoras como Bamboo Life (CDMX) fabrica gafas con bambú y plástico reciclado, destinando parte de sus ganancias a la salud visual y la reforestación. Cöko&Co (Querétaro) emplea a mujeres vulnerables para confeccionar ropa de cáñamo, algodón orgánico y PET reciclado, apoyando cadenas de suministro éticas y materiales sostenibles. Estas iniciativas demuestran que es posible crear valor económico y social con un enfoque ambiental y lo más importante, centrado en sus localidades.
El mercado de segunda mano y el alquiler de ropa también están en auge, con plataformas como Vinted y tiendas como Humana reportando un crecimiento significativo. Marcas como Patagonia y Levi’s ofrecen servicios de reparación e intercambio, extendiendo la vida útil de las prendas y desafiando el modelo desechable.
¿Cuál es el papel de la acción comunitaria y consumo responsable?
La transformación real no puede ocurrir sin la participación activa de la sociedad. Movimientos sociales y organizaciones civiles como #WhoMadeMyClothes (Fashion Revolution) o “Lo que haces cuenta” (NatGeo/Greenpeace) están educando a los consumidores sobre los daños de la moda rápida y motivándolos a elegir de manera consciente.
WWF, por ejemplo, ha publicado guías de “armario circular”, promoviendo la reparación, el intercambio y la donación de ropa. Ferias de trueque, colectas de textiles y talleres de reparación comunitarios proliferan en muchos países latinoamericanos, fomentando un “consumo circular” desde las bases: los consumidores.
La educación y el etiquetado transparente son fundamentales. La nueva ley francesa exigirá mensajes claros junto al precio, informando del impacto ambiental de cada prenda. En México, la Profeco advierte sobre la baja calidad de algunas marcas de moda rápida y promueve el etiquetado de composición y cuidados.
Aunque aún falta mucho por hacer. Una comunidad informada está tendiendo a demandar productos duraderos, reduciendo la presión del modelo desechable.
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