“La Perla del Adriático” frena el turismo excesivo con límites bien definidos para salvar la vida de sus habitantes
Imagina vivir en un lugar tan hermoso que atrae a 27 visitantes por cada residente. Esa es la realidad que asfixiaba a Dubrovnik, la joya amurallada de Croacia.
Conocida como la “Perla del Adriático” y popularizada por series como Juego de Tronos, la ciudad estaba al borde del colapso. La UNESCO incluso advirtió que su estatus de Patrimonio de la Humanidad peligraba por la saturación.
Pero en lugar de seguir la inercia de la ganancia fácil, el alcalde Mato Franković tomó una decisión: perder dinero para salvar la ciudad.
La estrategia “Respect the City”
Desde 2017, la administración de Franković lanzó el proyecto estratégico “Respect the City” (Respeta la Ciudad), una batería de medidas drásticas que hoy son un referente mundial. El diagnóstico era claro: el problema no era el número total de turistas, sino la concentración simultánea de cruceristas, que antes de 2017 llegaban hasta 6 o 7 barcos al día, inundando la pequeña ciudad vieja.
La solución se centró en regular el flujo y repoblar el casco antiguo:
- Límite de cruceros: la medida más radical fue reducir drásticamente los barcos. Se pasó a un límite de no más de dos cruceros al día, con una estancia mínima de ocho horas, permitiendo que el flujo de personas se distribuyera. Gracias a esto, la presión se redujo y el número de visitantes simultáneos no superó los 10.500 diarios en temporada alta.
- Gestión de flujo y accesos: se implementaron franjas horarias obligatorias para visitar las murallas y museos. Además, la llegada de autobuses turísticos fue regulada con horarios preasignados. A partir de 2026, el acceso a las murallas solo será posible con cita previa.
- Recuperación del espacio público: se redujo un 30% el espacio ocupado por los veladores (terrazas) de restaurantes y se eliminaron los puestos de souvenirs de las plazas, devolviendo estos espacios a los residentes.
- Rescate social: para evitar la turistificación y la expulsión de sus habitantes, el ayuntamiento está comprando casas dentro de las murallas para renovarlas y alquilarlas a familias jóvenes a precios simbólicos. También se ha transformado un palacio histórico en una escuela, fortaleciendo la comunidad local.
Menos es más
Al principio, el sector turístico local mostró resistencia y se temió la pérdida de ingresos. Sin embargo, el alcalde Franković defendió la decisión con una visión propositiva: “Al principio sientes que estás ganando, pero al final, estás perdiendo tanto en calidad de servicio como de vida. Es simplemente un juego en el que sales perdiendo”.
Los resultados han demostrado que “menos es más”. Si bien se redujo el número de cruceros, los visitantes ahora están más distribuidos a lo largo del día y se quedan más tiempo (con una estancia media actual de 11 horas), lo que ha aumentado la calidad de la experiencia. A pesar de los límites, la ciudad aún registra más de un millón de visitantes al año, pero su impacto es gestionado. Dubrovnik está demostrando que es posible tener un turismo rentable sin sacrificar la autenticidad, la calidad de vida y el patrimonio. Es la prueba de que las ciudades pueden recuperar su propósito.
Preguntas Latank para pensar:
- ¿Crees que el modelo de límites al turismo masivo de Dubrovnik es replicable en otras ciudades de Latinoamérica con alto patrimonio?
- ¿Qué medida radical propondrías en tu ciudad para priorizar la vida de los residentes sobre los intereses turísticos?
- ¿Hasta qué punto el “turismo de likes” está forzando a las ciudades a perder su esencia?







