Catia Lattouf dirige desde hace más de una década un santuario privado en su hogar en Ciudad de México, rescatando y rehabilitando a cientos de colibríes amenazados. Su labor autofinanciada subraya la importancia de la acción individual frente al declive de estos vitales polinizadores e inspira a la protección de la especie

En la cosmogonía maya, el colibrí era un mensajero entre los vivos y los muertos, portador de pensamientos y deseos. También simbolizaba la alegría, la sanación, fertilidad y belleza. Cuenta la leyenda que los dioses mayas crearon al colibrí tallando una flecha con una piedra de jade, de ahí su característico color verde tornasol.
Sin duda el colibrí -endémico de América Latina- ha permeado a las antiguas y actuales civilizaciones mesoamericanas por su alto valor en la cadena de la vida como el principal polinizador de la región, sin embargo, las poblaciones de colibríes están disminuyendo a un ritmo alarmante, lo que plantea serias amenazas para la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas.
En medio del bullicio y todo el asfalto de la Ciudad de México, Catia Lattouf ha dedicado más de una década a rescatar colibríes heridos en un santuario único operado desde su hogar. Enfrentando la alarmante disminución de estos vitales polinizadores, su labor no solo salva vidas diminutas, sino que inspira una necesaria conciencia individual sobre la conservación de esta especie a la que todos podemos contribuir.
¿Te gustaría saber cómo? Aquí te va la anécdota inspiradora.
La historia de Catia Lattouf con los colibríes no comenzó como un plan, sino como un renacer. Tras llegar a México en 1980 y cultivar un amor por las aves en su jardín, enfrentó un diagnóstico de cáncer terminal. Superar esa batalla le dio una nueva perspectiva. En 2012, el rescate de un pequeño colibrí al que llamó Gucci -porque cabía en el estuche de sus lentes- marcó un antes y un después, Gucci llegó a sus manos agonizante, con un ojo fuera de órbita y en estado de shock.

Un día me habla una protectora de perros y me dice: vino una señora y nos dejó un colibrí que encontró en el piso; pero no sé nada de colibríes ¿Qué hago?”
, relata Catia Lattouf.
“Le dije: tómalo, mételo en tu pecho para que quede caliente y trátelo aquí. Era un bebé colibrí que algún pájaro le atacó, tenía todo el ojo derecho cayendo completamente. Hicimos una pequeña cirugía con mi amigo veterinario y vivió nueve meses con un solo ojo. Y ese bebé venía, se posaba en mis hombros, en mi cabeza. Más adelante entendí que él estaba aquí por una misión”, relata Catia Lattouf en entrevista con Latank Media.
Ese encuentro que Catia describe como milagroso sembró la semilla de lo que hoy es su santuario de recuperación, crianza, actualización de veterinarios y a la difusión en general para dar cuidado a las rápidas y eficaces avecillas que polinizan más de 10 mil especies de flores, y son tan efectivos porque pierden menos polen que sus colegas las abejas.
El refugio de Catia ha visto pasar a cientos, y quizás más de mil ejemplares rescatados en los últimos 12 años. Operando por cuenta propia y sin aceptar donaciones de alguna empresa u organismo, Catia transformó su hogar ubicado en Polanco; pero cuya ubicación exacta mantiene en reserva por seguridad, en un lugar de esperanza para esta especie.
Diariamente, recibe aves que llegan en condiciones críticas, incluso de otros estados de la república mexicana:
…recibo muchos anémicos, enfermos, golpeados, estrellados…”
confiesa Catia.
Subrayando la dura realidad de que “no todos sobreviven para recuperar su libertad afuera”.
Su rutina implica una atención meticulosa, alimentando individualmente con goteros, tratando heridas específicas y monitoreando de cerca la recuperación.
Aunque su objetivo es la liberación, su santuario también es un hogar permanente para aquellos que, por sus secuelas, no podrían sobrevivir en la jungla de asfalto.
La gran cantidad de aves rescatadas y liberadas por el Santuario de Catia Lattouf sugiere una valiosa contribución a los esfuerzos de conservación locales, especialmente en un entorno urbano como lo es la Ciudad de México.
¿Por qué desaparecen los colibríes?

Estas aves, cuyo diminuto tamaño contrasta con su enorme importancia ecológica, pues uno solo puede visitar entre 500 y 3,000 flores al día, enfrentan múltiples amenazas. Hasta julio de 2023, la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluía 191 especies de colibríes con tendencias poblacionales decrecientes.
En México, especies como el colibrí oaxaqueño (Eupherusa cyanophrys) y la coqueta cresticorta (Lophornis brachylophus) se encuentran en peligro debido a su pequeño rango de distribución y población en declive.
La pérdida de hábitat y alimento, el cambio climático y el uso de pesticidas son algunos de los factores que ponen en peligro a los colibríes.
La destrucción y fragmentación de los hábitats naturales representan una de las mayores amenazas para la biodiversidad a nivel mundial, y los colibríes no son una excepción. La expansión de la frontera agrícola para la ganadería, el cultivo de caña de azúcar y plantaciones de cítricos, junto con el crecimiento urbano y el desarrollo de infraestructuras, están eliminando los bosques y selvas donde estas aves encuentran alimento, refugio y sitios de anidación.
Pero los “chupamirtos” como también son conocidos en México también son amenazados por bebederos tóxicos que son comercializados bajo la falsa premisa de ser alimento para colibríes, además de que muchos de ellos no logran una maduración porque quedan huérfanos al morir sus cuidadores debido a las altas temperaturas, que también fomentan parásitos.
Los pesticidas más comunes en agricultura y jardinería son los neonicotinoides y estos afectan el metabolismo y capacidades cognitivas de los colibríes, además de reducir la población de insectos, su fuente principal de proteína.
Incluso son presa sistemática de los humanos que los comercializan como amuletos o como un ingrediente más de rituales de amor que en México se conocen coloquialmente como “amarres”.
Por lo que la supervivencia de los colibríes pende de un hilo delicado. Pero la esperanza existe en la acción colectiva e individual, que nos enseñan que cada pequeño acto de cuidado cuenta en la protección de las maravillosas especies con las que compartimos la Tierra.
En este sentido el trabajo de conservación y cuidado de Catia Lattouf hacia la especie es importante porque lleva al terreno de lo individual el esfuerzo de conservación. Es decir, todos nos favorecemos del ciclo vital, todos deberíamos conservar a los colibríes.
Un llamado a la acción
La dedicación de Catia Lattouf es un poderoso recordatorio de que la conservación no es solo tarea de grandes organizaciones (aunque entidades como American Bird Conservancy, Fundación Jocotoco y BIOCONSERVANCY son cruciales). Pero todo empieza en lo individual así que toma nota esto es lo que podemos hacer desde la comodidad de tu casa:
Planta flores nativas: Son la mejor fuente de alimento y refugio. Investiga cuáles son las adecuadas para tu región.
Cuida los bebederos: Si usas uno, prepáralo correctamente: una parte de azúcar blanca estándar por cuatro partes de agua purificada. Nunca uses miel, azúcar morena o néctar rojo comercial. Límpialo y cambia la solución cada 24 horas para evitar hongos mortales. Recuerda que esto es solo un complemento temporal; necesitan proteína de insectos.
Rescata con cuidado: Si encuentras un colibrí en el suelo, levántalo con cuidado. Si es un bebé, intenta devolverlo al nido. Mantenlo seguro (lejos de mascotas) y caliente. Ofrécele la solución de agua con azúcar de emergencia.
Busca ayuda experta: Contacta a especialistas o centros de rescate como el de Catia (si estás en CDMX) para su rehabilitación adecuada. No intentes cuidarlo a largo plazo por tu cuenta.
Mantén a los gatos dentro: Los gatos domésticos son una de las mayores amenazas para las aves pequeñas.
Evita pesticidas: Opta por soluciones orgánicas en tu jardín.
¡Cuéntanos cómo te va implementando estas soluciones y platícanos tus dudas, juntos rescatemos a los colibríes!