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Cada día, miles de kilos de frutas, verduras, panes y productos perfectamente comestibles terminan en la basura mientras más de 44 millones de personas en México viven algún grado de inseguridad alimentaria

Banco de Alimentos de Puebla: el modelo que convierte el desperdicio en esperanza

Cada día, miles de kilos de frutas, verduras, panes y productos perfectamente comestibles terminan en la basura mientras más de 44 millones de personas en México viven algún grado de inseguridad alimentaria

DATOS DE IMPACTO

  • 44 millones
    de personas viven en algún grado de inseguridad alimentaria en México (CONEVAL, 2024).
  • 2.4 millones
    de mexicanas y mexicanos reciben apoyo directo cada año de la Red BAMX, a través de 60 bancos de alimentos en el país.
  • 180,000 toneladas
    de alimentos fueron rescatadas por BAMX en 2024 — aún solo el 1 % del total que México desperdicia anualmente.
  • 20.4 millones de toneladas
    de comida se tiran cada año en el país (FAO y Banco Mundial, 2024).
    Esa cantidad bastaría para alimentar a 7.4 millones de personas durante un año.
  • 36 millones de toneladas de CO₂
    equivalentes se generan por la descomposición de alimentos desperdiciados — igual que las emisiones de 15.7 millones de autos.
  • 40 billones de litros de agua
    se usan en producir comida que nunca se consume. Es casi el doble del agua que utilizan al año todos los hogares del país.
  • 15,520 toneladas
    de alimentos rescatados por el Banco de Alimentos de Puebla en 2023.
    Su labor alcanzó a más de 150,000 personas cada semana en Puebla y Tlaxcala.

En México millones de familias sufren inseguridad alimentaria de acuerdo con Coneval, en 2022 sólo el 66.1 % de la población tenía garantizada una alimentación adecuada, mientras el resto vivía carencias (17.7 % en inseguridad leve, 9.9 % moderada y 6.4 % severa).

Estos desafíos exigen soluciones creativas y la Red de Bancos de Alimentos de México (BAMX) –una organización civil formada por unos 60 bancos regionales– opera precisamente como puente entre el excedente y la necesidad. 

Un Banco de Alimentos se enfoca en rescatar alimentos que, por diversas razones (principalmente estándares de calidad o excedentes), serían desechados y terminarían contaminando el ambiente. Pero la solución a la pobreza alimentaria no es solamente tener un banco de alimentos, es hacerlo profesional, y es lo que se está haciendo en Puebla.

El equipo de Latank Media se puso la camiseta del Banco de Alimentos de Puebla Cáritas para ser voluntarios por un día y estamos impactados de ver cuál es la logística y cómo buscan tener el menor impacto en toda la cadena de valor.

Equipo LATANK Media y PRONUS visitó el banco de alimentos y realizó un día de voluntariado. | FOTO: Karla Reyes

Allí pudimos constatar la gran tarea que se hace para combatir el desperdicio de alimentos mediante una logística compleja y una filosofía de aprovechamiento total, lo que a su vez impacta directamente en la reducción de la inseguridad alimentaria al distribuir productos rescatados con dignidad.

Lo que comenzó como una bodega de 50 m² en la Central de Abastos se transformó en un espacio con una logística impresionantes que incluye amplias instalaciones de oficina, una bodega de perecederos, comedor, área de cuarentena, un área exclusiva para electrodomésticos y una cámara de refrigeración de dos salas; lo que le ha catapultado a ser uno de los bancos de alimentos más grandes de México, el segundo, para ser exactos.

Este crecimiento no ha sido en vano, ya que para poder distribuir los alimentos y combatir  la marginación y el hambre se necesitan espacios adecuados para darle tratamiento a los alimentos.

Luego distribuye esos insumos entre comunidades de bajos recursos y comunidades vulnerables en 97 municipios de Puebla y Tlaxcala. Gracias a esto, miles de familias reciben despensas nutritivas que de otro modo se habrían perdido. Cáritas Puebla vincula también la ayuda alimentaria con educación en nutrición y huertos familiares, promoviendo la autosuficiencia alimentaria en las comunidades atendidas.

“Nosotros ayudamos y recibimos ayuda, no importando la religión, el sexo, el nivel en el que te encuentres, en donde vivas. El hambre de nutrición es un problema de la sociedad y la respuesta es de la sociedad. Desde que nació el Banco de Alimentos, lo que para mí ha tenido éxito es que hemos involucrado a toda la sociedad, a las empresas, al gobierno, a las universidades, a las escuelas, a los medios de comunicación, etc”, dice Alexandra Ladrón de Guevara, gerente de fortalecimiento y alianzas del Banco de Alimentos Cáritas Puebla.

“Lo triste del tiradero de comida es que “en donde más se desperdicia alimentos es en las casas. Casi el 40% de los alimentos que tendrían que ser consumidos se tiran a la basura”, explica a Latank Alexandra Ladrón

“En México lo que contaminamos con tirar el alimento a la basura es casi como si encendiéramos todos los autos de la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey al mismo tiempo”, dijo Ladrón

Además “Puebla Comparte: Hambre Cero” es la iniciativa del Banco de Alimentos que recauda al año 3 millones de kilos de arroz y frijol con la participación de todos los sectores de la sociedad civil (empresas, instituciones educativas, gobierno y personas), porque como lo enfatiza Alexandra, el hambre es un problema que debe atenderse desde la sociedad en su conjunto.

¿Quiénes son los voluntarios del Banco de Alimentos?

“Los voluntarios tratan el alimento con mucho cariño porque saben que también lo podrían recibir y así trabajamos todos aquí pensando que es como si fuera a llegar a nuestra casa. Con toda la dignidad, pues hay que cuidar el alimento. Y es bien poquito lo que se va a la merma y al final ¿sabes qué? ni siquiera lo tiramos. Porque el alimento si lo tiramos contamina. Normalmente todos los días viene Africam Safari y se lleva un contenedor con menos del 1% de lo que nosotros armamos” (refiriéndose a la merma que procesan).

Llegan a las 7 de la mañana y se van a las 5 de la tarde después de una ardua jornada, al finalizar se llevan consigo una despensa surtida que incluso comentan, les ha hecho dejar de ir al supermercado, pueden ir dos veces por semana; y esta medida tiene detrás el objetivo de que no se desperdicie la comida que pudiera sobrar si asistieran más días a brindar su ayuda.

Vienen de distintos municipios, como Julia que viaja desde Amozoc para ayudar con las labores de selección y entrega de los paquetes armados de comida que cumplen con estándares de calidad y nutrición que llegan directamente a 55,000 beneficiarios al mes.

Con su ardua labor, los voluntarios hacen posible el alcance que ha construido del Banco de Alimentos de Puebla y Tlaxcala. Ayudan en distintas áreas del complejo operativo que se ubica en el Parque Industrial de San Francisco Ocotlán, en Coronango, a sólo 40 minutos del centro de la capital poblana.

Sus testimonios son un eco de la necesidad y un llamado urgente a la conciencia sobre el desperdicio. Para ellos, el Banco de Alimentos no es solo un almacén; es una fundación de gran apoyo para las personas más vulnerables y necesitadas.

La emoción de contribuir, aunque sea con “un poquito”, es el motor que impulsa a estos colaboradores. Julia González, voluntaria por más de dos años, resume este sentir: “Se siente muy bonito. Saber que estamos contribuyendo con un poquito para que otras familias, puedan tener alimento”.

El valor escondido en cada alimento

Uno de los descubrimientos más impactantes para quienes entran al banco es la realidad del alimento rescatable. Marisol Ramírez, con cinco años laborando en el banco, confiesa que, antes de unirse, ella misma desconocía esta verdad. A menudo, vemos un jitomate “medio podrido” o una calabaza “dañada” y lo tiramos.

Pero el banco nos enseña que esa percepción es un error. ¡No es un desperdicio! Es rescatable. Ellos cortan la parte dañada para salvar el resto, demostrando que “lo que nosotros desechamos las personas más necesitadas lo pueden apreciar”. Ser testigo de este aprovechamiento es “de mucho beneficio” y es “lo más bonito y lo más padre”, nos comenta.

El impacto de su labor se siente en las comunidades. Marisol destaca el apoyo crucial que brindan a aquellos en situaciones extremas, incluyendo a los “ancianitos que están en situación de abandono”.

La lucha por mantener el beneficio

La comunidad organizada valora profundamente este apoyo. Silvio Olivares, que se encarga de recolectar despensas para su comunidad, relata que el servicio es “un buen beneficio para la comunidad y la comunidad está contenta”. Su grupo, que cubre a aproximadamente 135 personas cada quince días, lucha por mantener viva esta ayuda: “no queremos perder este beneficio que nos dan”. Su determinación no solo es por su comunidad local, sino que buscan expandir el grupo para alcanzar más lugares.

Ante la vasta necesidad —que exige armar un promedio de 55,000 despensas mensuales— la petición de los voluntarios es clara y urgente: se necesitan manos y donaciones.

Marisol exhorta a todas las personas que tengan el “aprecio de dar y compartir” a que se sumen, pues en el banco “lo que faltan son manos para que toda su ayuda, todo su apoyo llegue a las personas más necesitadas”.

Julia, por su parte, invita a la gente a informarse, a conocer la operación y, sobre todo, a motivar a que las empresas y donantes “sigan donando, para que esto crezca más, y sean más beneficiados”.

Cada donación, cada hora de voluntariado, y cada trozo de alimento rescatado, se traduce en esperanza y sustento, demostrando que la solidaridad es el ingrediente más importante en la lucha contra el hambre.

¿Cómo funciona el rescate y manejo de alimentos en el Banco de Alimentos de Puebla?

  • Rescate de pan y excedentes: recuperan toneladas de pan y otros alimentos perfectamente consumibles que son descartados por grandes empresas. El pan puede no cumplir con estándares de proveedores para servirse en establecimientos de Grupo Alsea (que surten a Vips, Starbucks, Chilis, y Cheesecake Factory) debido a cuestiones de calidad como ligeras variaciones en tamaño o color.
  • Logística especializada: el pan es particularmente susceptible a la contaminación y al moho. Para combatirlo, cuentan con una cabina donada, para que el pan sea tratado en un lugar cerrado.
  • Tiempos de respuesta rápidos: sus tiempos de respuesta son muy rápidos. Salen todos los días a los puntos de donación, como los puntos de Walmart o empresas como Pavisan y Galleti.
  • Baja merma: logran reducir la merma (pérdida de alimentos) a menos del 1% de lo que procesan.
  • Aprovechamiento total (cero basura): el alimento que ya no puede ser consumido por humanos no se tira, esto es crucial porque el alimento tirado a la basura contamina, produce gases de efecto invernadero y se convierte en metano.

¿Cómo es la distribución y beneficio comunitario?

La selección de los beneficiarios se rige bajo el principio de la necesidad básica y sigue un procedimiento específico de registro o de afiliación comunitaria.

La ayuda se fundamenta en la premisa de la necesidad básica y la cobertura social:

Para que las personas interesadas puedan verificar si son elegibles para recibir el apoyo del banco, deben seguir un procedimiento directo, los interesados “tienen que venir aquí al banco” y de acuerdo con Carlos Romero, coordinador Junior del almacén se hace un estudio socioeconomico que determina el nivel de ayuda que necesita cada familia.

También invita a las personas a que visiten el banco para que “puedan ver si son beneficiarios al apoyo que les da el el banco”, según indica Carlos Romero.

Acceso a través de comunidades organizadas

Una vía esencial para la distribución de alimentos es mediante la organización de grupos comunitarios cada comunidad debe designar un grupo de representantes que tienen capacitaciones sobre transparencia y así pueda hacer un buen uso y repartición del alimento.

Como Silvio Olivares, de Chatoca que es el encargado de un grupo que actualmente cubre a aproximadamente 135 personas de su comunidad.

Si pudieramos resumir cómo funciona el Banco de Alimentos de acuerdo con sus objetivos serían los siguientes:

  • Rescatar: reciben donaciones de industrias, mercados, mayoristas y restaurantes, evitando que alimentos aún comestibles terminen en la basura.
  • Seleccionar: clasifican y ajustan lotes (asegurando calidad e higiene).
  • Distribuir: preparan despensas, kits o comedores comunitarios que reparten entre ONG, refugios y escuelas de zonas marginadas.
  • Alimentar: entregan comida confiable junto con asesoría nutricional, para que las familias aprendan a aprovechar al máximo los alimentos donados.

En conjunto, este modelo fomenta la economía circular alimentaria, se aprovecha al máximo la producción agrícola-ganadera, se evita la contaminación de suelos y agua por los residuos orgánicos, y se alivia el hambre.

¿Cuáles son las otras sucursales destacadas?

La Red BAMX también opera en todo México con historias similares, por ejemplo, en el sureste, el Banco de Alimentos de Mérida (Yucatán) funciona desde 1996.

Tras 23 años de trabajo continuo, recoge y distribuye “cientos de toneladas” de despensas cada mes entre pueblos indígenas y familias de escasos recursos. Sus voluntarios recolectan excedentes de mercados locales y empresas para llevar comida a regiones rurales alejadas.

Por otra parte, en el norte del país la colaboración público-privada potencia la red. En Nuevo León, el gobierno estatal invirtió más de 120 millones de pesos para ampliar en 250 % la capacidad del Banco de Alimentos de Cáritas Monterrey.

Se adquirieron ocho camiones y se mejoraron bodegas, pasando de 15 a 55 toneladas diarias de almacenamiento. Con estas obras esperan rescatar hasta 17,000 toneladas de alimentos al año, reduciendo unas 24,000 toneladas de CO2. Esto forma parte del programa “Hambre Cero”, que busca atender a 230,000 personas en pobreza alimentaria de esa región.

En cada caso, el principio es el mismo: aprovechar excedentes para nutrir vidas en lugar de contaminar el medio ambiente.

La Red BAMX es hoy un modelo de impacto social, porque por un lado disminuye el desperdicio (minimizando gases de efecto invernadero y mal uso del agua) y por otro alimenta al vulnerable. Asociaciones como Cáritas Puebla y de Mérida, junto con alianzas público-privadas en Nuevo León u otras entidades, ejemplifican cómo el rescate de comida sobrante puede contribuir a resolver varias problemáticas a la vez.

Cada despensa entregada refleja esa doble ganancia: menos hogares con hambre, y menos comida contaminando ríos y vertederos. Apoyar esta red (donando un kilo de arroz o frijol, además sumándose como voluntario) multiplica los resultados.

Esta cadena de colaboración (productores, bancos, comedores y beneficiarios) es una estrategia clave para avanzar hacia un México sin hambre y más sustentable.

Preguntas para pensar Latank:

  • ¿Cómo es posible que el país que produce alimentos suficientes para todos todavía tenga millones de personas que pasan hambre?
    ¿Qué parte de la cadena —productiva, política o cultural— necesita romperse o rehacerse para equilibrar la ecuación?
  • ¿Qué pasaría si todo el desperdicio que generamos en hogares y supermercados se convirtiera en despensas útiles?
    ¿Cuánto podríamos reducir la pobreza alimentaria si tratáramos el desperdicio como recurso, no como basura?

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