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‘Oro Negro’, el compostaje de Nueva York como lección de resiliencia climática

La obligatoriedad de separar residuos orgánicos no es solo una norma, es la semilla de un modelo de economía circular que transforma la basura en riqueza y reduce la huella de carbono; el compostaje de Nueva York

¿Qué pasaría si le dijéramos que las cáscaras de plátano, los restos de café y las sobras de su cena valen más que el oro en una de las ciudades más caras del mundo?

La respuesta está en Nueva York, donde un ambicioso programa de recolección de residuos alimentarios está demostrando que la innovación social y la acción climática se cocinan a fuego lento, o mejor dicho, se descomponen de forma acelerada.

Nueva York, una ciudad que genera cerca de 11 mil toneladas de desechos diariamente, de los cuales un tercio son residuos orgánicos, ha puesto en marcha un plan de compostaje obligatorio con un enfoque crítico, pero sumamente propositivo: sacar el metano de las calles para devolver nutrientes a la tierra. Históricamente, estos desechos terminaban en vertederos, liberando metano, un potente gas de efecto invernadero que acelera el cambio climático.

Así empezó el compostaje de Nueva York

El Departamento de Saneamiento (DSNY) de la ciudad ha impulsado un cambio de paradigma para residentes y negocios, expandiendo la recolección de restos de comida para convertirlos en un abono oscuro y denso, conocido cariñosamente como “oro negro” o compost. Esta no es solo una estrategia de manejo de residuos, es un cimiento para construir una metrópolis más resiliente y climáticamente responsable.

El programa de recolección en la acera, que se ha ido expandiendo por los cinco distritos y que, a partir de abril de 2025, se hizo obligatorio para todos los residentes (con multas progresivas, aunque suavizadas, para fomentar el cumplimiento), está reescribiendo la relación de la ciudad con sus desechos.

Datos de la solución

Reducción de Metano: Al desviar los residuos orgánicos de los vertederos, se evita la liberación de gas metano, cuyo potencial de calentamiento global es mucho mayor que el del dióxido de carbono en un corto periodo.

Impacto Inmediato y Tangible: En su primer año de plena operación, el programa distribuyó aproximadamente 2.700 toneladas de compost a los neoyorquinos. Esto no solo cierra el ciclo al devolver los nutrientes a parques y jardines urbanos, sino que fomenta una cultura de agricultura urbana y suelos más saludables.

Participación Creciente: A pesar del debate inicial por la obligatoriedad y las multas, la participación ciudadana ha sido notable. En sus primeras semanas de obligatoriedad, la recolección semanal de orgánicos superó las 2.000 toneladas, un aumento exponencial respecto a los promedios de años anteriores. Esto demuestra que, ante una estructura de solución clara, la sociedad responde.

El proceso es claro: los restos orgánicos se recogen en contenedores especiales, se transportan a instalaciones como la planta de compostaje más grande de Staten Island, y allí, mediante métodos acelerados como el compostaje en pilas estáticas aireadas, el tiempo de descomposición se reduce a la mitad. El residuo se convierte en un recurso invaluable.

¡Queremos escucharte!

  • ¿Cree que este modelo de compostaje obligatorio sería viable y efectivo en su ciudad?
  • Más allá de las multas, ¿qué incentivos podrían motivar a la ciudadanía a separar sus residuos orgánicos?
  • ¿Conoce otras iniciativas de “basura cero” en América Latina que estén transformando sus residuos en recursos?

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